domingo, 1 de marzo de 2015

¡Democracia! ¡Democracia!

Mediaban los años 70 y en España una irresistible excitación se palpaba en el ambiente. El Generalísimo Francisco Franco moriría el 20 de noviembre de 1975 y entonces, un viento renovador recorrió la nación ventilando el aire viciado de cuarenta años de dictadura. Nosotras, las niñas que nos preparábamos en la catequesis para la comunión del próximo mes de mayo, acudíamos cada domingo al salón parroquial y allí, el sacerdote nos hacía ensayar el ritual sacramental y nos enseñaba las canciones que cantaríamos en aquel día señalado.

Cada domingo teníamos que repetir aquellas letras aburridas trufadas de promesas de bondad, declaraciones de amor cristiano y sentimientos de gratitud a Dios: 

   

Pasaron las semanas y con ellas, inconscientemente,  fuimos cazando al vuelo expresiones de la gente en la calle que rematamos con las palabras  más oídas en las conversaciones en casa y en los telediarios de la época. Llegó el mes de mayo y el esperado día de nuestra Primera Comunión. Solemne, el sacerdote, entonó la melodía donde daríamos gracias por nuestro recién estrenado sacramento.  Empezamos a cantar con entusiasmo. Entonces el sacerdote torció el gesto y, levantando la voz y acercándose al micrófono, intentó que su voz se alzara eclipsando el coro infantil que entusiasta y risueño estaba cantando: 

DEMOCRACIA AL SEÑOR
DEMOCRACIA
DEMOCRACIA AL SEÑOR.
DEMOCRACIA AL SEÑOR
DEMOCRACIA
DEMOCRACIA AL SEÑOR.