martes, 29 de mayo de 2012

Deliciosas equivocaciones

Dedico este artículo a mi buena abuela Perpetua, a ella que tuvo inmensa paciencia con su nieto de pocos años cuando con su lengua de trapo le llamaba "Perputa".  Mientras un coro de risas maliciosas me desconcertaban a mí y a ella le avergonzaban, sufrió con amabilidad e indulgencia aquellos gazapos infantiles.

Porque estas equivocaciones, estos traspiés en el lenguaje, siempre nos arrancan en su desconcierto una sonrisa. Recuerdo el gesto divertido, con un matiz de ternura, de mi compañero Francisco, el profesor de Lenguaje en el antiguo 7º de EGB en Torres de la Alameda; cuando tras encargar a los alumnos reciopilar canciones tradicionales que debían encontrar  preguntando a padres y abuelos, nos leyó la extraña (pero familiar a la vez) canción popular del "Mambrusia".  Tras la extrañeza inicial por ese nombre desconocido para todos, estallamos en carcajadas cuando comenzó a cantar: "Mambrusia fue a la guerra, hay que ver, hay que ver, que pena..."

Pero para alquimias metalingüística bellas y sofisticadas la de mi sobrina Irene. Es de una belleza poética y hay que situarla en su contexto para enterderla.  Mi sobrinos habían visitado ya en alguna ocasión nuestra casa en Guadalajara. En sus cinco añitos, Irene, seguramente oyó de pasada alguna vez el bello topónimo árabe de nuestra localidad y procesándolo a su manera lo archivó en su memoria. Cuando al año siguiente sus padres le dijeron que vendrían a visitarnos, ella contestó: - ¡Ah, sí, iremos a la Fuente de la Jara, donde viven los tíos! - Los padres quedaron sorprendidos ¿De dónde habría sacado la niña que vivíamos en un lugar llamado así?... Tardamos bastante tiempo en comprender los deliciosos vericuetos de su razonamiento infantil. Por fin lo comprendimos: "¿A dónde vamos? - A Guadalajara, que en su cabecita se descomponía así: Agua da la Jara. Pues si agua da: fuente será; "La Fuente de la Jara" ¡Precioso!

Pero omisiones, sustituciones, anticipaciones y la amplia lista de alteraciones del lenguaje se da en todas partes. En Tabanera de Valdavia, el pueblo vecino al de mis padres en Palencia, han rebautizado un perenne manantial, antiguamente conocido precisamente por su esta característica, "Perennal" por el más vulgar del pozo "Del tío Pernal".  Será más popular, pero yo me quedo con el antiguo.

Los niños son una fuente inagotable de equivocaciones simpatiquísimas. Desde mi alumno Juanmi que, con un minivocabulario de apenas unas pocas palabras, llamaba "Puta" a su profesora "Pepita" (¿A quién me recuerda esto?) a mi sobrina Estela que nos cantó la canción de la guardería del "Arca de Noé" añadiendo por su cuenta peligrosas serpientes venenosas en el arca: donde se cantaba "La picola (del italiano pequeña) serpiente" ella interpretaba "La pica la serpiente" con lo que el arca se vuelve un lugar mucho más peligroso y fascinante. También mis otros sobrinos han pasado buenos ratos corrigiéndose uno al otro al contar donde habían estado de compras:
- ¡Que no hemos estado en el Cadefú, hemos estado en el Cadefú, que es que no lo sabes decir...! O las desquiciantes explicaciones para hacerles entender que ir "al campo" no consiste en entrar en unos grandes almacenes...

A los que hemos trabajado en logopedia ya no nos llama la atención que pensemos con el celebro (¿es una fiesta?), Nebrija sea "Una bruja", su amiga se llame "Manesa" o haya un "pedo" que nos quiera morder...

Para los pobrecitos desgraciados que oímos mal nos quedan meteduras de pata descomunales. Recuerdo haber echado una bronca tremenda a un alumno porque en una tutoría y en pleno tratamiento de un tema importante me dijo (eso interpreté): - "Esta tontería no me gusta". Después de un rato, tuve que disculparme cuando me explicaron que había dicho "tutoría" en vez de "tontería"... De este tipo ocurren tantas que aburriría describirlas. Conformaos con que os diga que pago siempre por exceso (billetes) porque no entiendo casi nunca el precio en los bares. 

Y para terminar: las equivocaciones "a  propósito" con algún fin pedagógico o pretendidamente educativo. Os pondré un ejemplo prototípico protagonizado por mi madre: Cuando mi hermano Javi, tras varios años de esfuerzos compatibillizando familia, trabajo y estudios; logró sacar la licenciatura en derecho, mi madre (en su noble afán de que nos creyéramos superiores a nadie) lanzó un exabrupto demoledor: "Ya eres abobao": ¡Mamá, ahí te pasaste!

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